martes, 24 de febrero de 2015

PPestafa electoral (y II)

Han pasado casi cuatro años desde el triunfo del PP por mayoría absoluta con un programa-estafa que embaucó a millones de personas (aunque no había que ser un lince para advertir que se trataba de un engaño en toda regla), muchas de las cuales han sido precisamente las más golpeadas por los entonces ya previsibles recortes en sanidad, educación, servicios sociales y prestaciones asistenciales.

Se aproxima la reválida en las urnas y el Gobierno empieza a mover ficha para volver a timar a cientos de miles de incautos. Porque bien sabe que no basta con sus votantes incondicionales, esa derecha sociológica más o menos catolicona y neofranquista, para ganar unas elecciones en España (y, mucho menos, por mayoría absoluta): hay que pescar en aguas pobladas por centristas (que tanto votan a PP como se pueden inclinar por el PSOE) y, sobre todo, por gente desideologizada (los más propensos no solo a picar en esta estafa, sino también a los cantos de sirena del populismo).

En el debate del Estado de la Nación de esta semana, Mariano Rajoy ha tenido la enorme desfachatez de decir que su Gobierno nos ha sacado de la crisis sin tocar el Estado del Bienestar ni a los más humildes (huelgan los comentarios a este respecto: que cada uno juzgue por sí mismo). Pero ésta es una desvergüenza no menor que la de presumir de que la economía se está enderezando gracias a sus políticas de austeridad (por cierto, impuestas desde Bruselas y Berlín pese a no haber rescate gubernamental -aunque sí rescate bancario- de por medio).

Conviene recordar que solo tras las célebres palabras en julio de 2012 de Mario Draghi  ("Haré lo que haya que hacer y, créanme, será suficiente"), los grandes fondos mundiales de inversión y de pensiones que hemos dado en llamar los mercados se tranquilizaron. Dieron por hecho que las autoridades monetarias europeas abortarían decididamente con toda su artillería cualquier intento especulativo para acabar con el euro, así que dejaron de apostar (para no perder dinero tontamente) en contra de la moneda única y de la deuda de los países periféricos. Ello permitió que las primas de riesgo de estos Estados empezaran a caer en picado. No solo la de España, sino también la de Italia, Portugal, Irlanda e, incluso, Grecia: ésta pasó de casi 2.800 puntos a alrededor de 500 a mediados del año pasado (ahora ha vuelto a escalar hasta casi 1.000 por las dudas tras la victoria de Syriza).

El mero anuncio solemne del presidente del Banco Central Europeo (BCE) en 2012 fue pues lo que sentó las bases de esta frágil tregua, afianzada por el reciente anuncio de compra masiva de deuda para conjurar el riesgo de deflación en la zona euro. Insisto en lo de "frágil tregua": si Grecia se saliese ahora mismo del euro, todo saltaría por los aires (incluso la propia Unión Europea peligraría a medio plazo) y nuestra prima de riesgo superaría en pocos días los 500 puntos, por muy listo y espabilado que sea -o se crea- don Mariano.

Además de los brutales recortes en gasto social, la política económica de Rajoy ha consistido básicamente en favorecer una caída de los salarios y una precarización del empleo (abaratando despidos y debilitando el poder de negociación de los trabajadores y sus representantes) para así ganar competitividad a la desesperada. El empleo que se crea actualmente es casi todo precario, con salarios muy bajos y condiciones muchas veces lamentables (entre ellas, la prolongación de la jornada laboral más allá de lo recogido en el contrato). Todo indica, de manera alarmante, que nuestros gobernantes han caído en la tentación de volver a apostar por el modelo insostenible de la construcción como locomotora económica: en esa línea apuntan la reforma de la Ley de Costas y la nueva Ley de Montes, que permitirá recalificar zonas boscosas quemadas.

Lo que no dijo nuestro presidente en el Debate del Estado de la Nación es que la deuda pública cuando se fue ZP era del 70% del PIB y ahora supera el 100%. Tampoco contó que estos años ha estado recurriendo a la hucha de las pensiones, heredada del anterior Gobierno, para afrontar el pago de éstas: ya se ha comido más de un tercio de los 67 mil millones de euros que había cuando llegó a Moncloa a finales de 2011 (solo en 2014 sacó de ahí 15 mil millones de euros). Por otra parte, seguimos teniendo la segunda deuda externa más grande del mundo, solo superada en cuantía por la de EE:UU. Tenía razón Pedro Sánchez ayer cuando le soltó esto a Rajoy: "En economía va bien lo que no depende de usted y va mal lo que depende de su Gobierno". Por cierto, fue precisamente su pésima gestión de la crisis de Bankia en 2012 lo que precipitó el rescate bancario europeo -la famosa "línea de crédito" de hasta 100.000 millones de euros- y estuvo a punto de abocarnos al rescate gubernamental.

Hasta ahora me he centrado solo en lo económico y sus consecuencias sociales: unos servicios públicos muy deteriorados, un aumento preocupante no solo de la pobreza y la exclusión social sino también del número de personas al borde de ellas (con miles de ciudadanos que han perdido su hogar y casi un millón de inmigrantes privados de derecho a la atención sanitaria), una creciente desigualdad social... Pero a esto hay que sumar los ataques a las libertades, con leyes como la del aborto (felizmente abortada, por miedo a perder votos de centro) o la de seguridad ciudadana (criminalizando la protesta social y la inmigración irregular) que son guiños al sector más conservador del partido fundado por Manuel Fraga. ¡Y qué decir de la corrupción! La verdad es que hay que tener la cara de cemento para exigir la dimisión de un tipo como Juan Carlos Monedero cuando uno forma parte de una organización con una probada contabilidad B y tantos militantes encarcelados o imputados.

En fin, que el año electoral ya está aquí -no solo para el Gobierno de España sino también para las autonomías y ayuntamientos-, lo que explica tanto los regalitos fiscales y sociales de última hora de Rajoy como la inusitada prisa en mi municipio del PP por adecentar carreteras, limpiar cunetas, anunciar la construcción de nuevos aparcamientos y dar becas para escolares. Tú, votante, tendrás la última palabra. Luego no te quejes de que te tomen por gilipollas.

viernes, 20 de febrero de 2015

Sáenz de Santamaría valora muy positivamente el dato de personas que se dejaron la llave en la cerradura por dentro

El número de personas en España que se dejó la llave en la cerradura -por dentro- al cerrar la puerta de su casa desde fuera, con los consiguientes gastos de cerrajero y otros perjuicios de índole personal y laboral, aumentó un 24,7% en enero con respecto al mes de diciembre del año pasado. El dato publicado hoy por el INE ha sido anunciado y celebrado en rueda de prensa en Moncloa por la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, ya que representa un crecimiento más bajo que el registrado en el consumo de margarina en el primer trimestre de 1971 en un distrito de la provincia serbia de Vojvodina. 

Además, según la número dos del Gobierno, el crecimiento interanual del 24,6% de enero de 2014 a enero de 2015 en estos incidentes refleja una "clara tendencia desestacionalizada a la baja y es muy inferior al porcentaje de puntos obtenido por la Cultural Leonesa en la temporada 1954/55 en la Segunda División de nuestra Liga". 

"Está claro que nuestras políticas están funcionando", agregó Santamaría, "y hay que tener mucho cuajo para utilizar torticeramente ese dato positivo contra el Gobierno y no emplazar al señor Monedero a dar respuesta alguna por su responsabilidad". La vicepresidenta no dejó pasar la oportunidad de ironizar sobre el número 3 de Podemos: "Parece que el señor Monedero prefería, mientras tanto, estar reunido con cerrajeros venezolanos en Teherán". Y lanzó una última pulla contra él: "Dicen que vive en un casa con puerta... ¡incluso con cerradura! ¿Será que tiene miedo de que le entren a robar? Ya vemos cómo predican con el ejemplo éstos que van dando por ahí lecciones de moral".

miércoles, 11 de febrero de 2015

Endosimbiosis: de aquellos polvos, estos lodos mitocondriales

Hace unos 1.500 millones de años, aquí en la Tierra, se produjo un evento aparentemente trivial (entonces no había inteligencia alguna conocida para observarlo y juzgarlo) cuyas consecuencias se proyectan hasta nuestros días no solo felizmente (¡no estaríamos aquí para contarlo!) sino también de manera trágica. Lo que ocurrió fue que una célula eucariota (con núcleo) engulló a una bacteria con capacidad de hacer la fotosíntesis en un episodio acuñado por la bióloga Lynn Margulis (esposa de Carl Sagan) como endosimbiosis. La bacteria engullida no fue destruida y siguió viviendo dentro de la célula eucariota, con la que estableció una relación mutuamente beneficiosa al convertirse en su central energética y tener en ella una morada más segura (gracias a la muralla de las paredes celulares).

Las mitocondrias de nuestras células, que atesoran el único ADN que está fuera de los núcleos (y que heredamos de nuestras madres, al estar dentro del óvulo fecundado), son vivo testimonio de aquel remotísimo episodio endosimbiótico. La cara trágica de ese suceso son las enfermedades mitocondriales, causadas por errores en su ADN: se trata de patologías muy graves (daños cerebrales, cardíacos, hepáticos, etc.), cuyos pacientes no suelen superar el año de vida.

Hace unos días se autorizó precisamente en el Parlamento británico el uso de una técnica de manipulación genética que permitirá erradicar todas las enfermedades mitocondriales (no la curación de quienes ya las sufren, sino su evitación en futuras concepciones). Consiste en extraer el núcleo del óvulo de una mujer donante para insertar en su lugar el de un óvulo de la madre (que se fertiliza posteriormente con un espermatozoide del padre y se implanta en su útero), con lo que se elimina por completo el ADN mitocondrial defectuoso (¡las mitocondrias ya no son las de la madre principal!). Hablar de tres padres resulta muy exagerado, puesto que el ADN mitocondrial de la segunda madre representa muy poco para el futuro bebé (solo el 0,18% del total de su genoma o mapa genético) y no tiene un reflejo fenotípico: no se traduce en rasgos externos o internos como la altura, el color de los ojos, la apacibilidad de carácter, el tipo sanguíneo o la pigmentación de la piel.

Así pues, no hay objeción razonable alguna -las de religiosos ignorantes no son, por supuesto, razonables- a este avance científico que promete reducir el sufrimiento causado por las ciegas mutaciones genéticas a las que, por otra parte, también debemos nuestra existencia.

lunes, 2 de febrero de 2015

Votando al senador José Macías Santana

Iba esta tarde en el coche con mi hijo cuando me preguntó: "Papá, ¿a quién vas a votar?" Y le dije la verdad: que para las elecciones generales aún no lo sabía (para las autonómicas y municipales sí lo tengo claro). Como me pedía ser más concreto, le conté a quién no votaría seguro: al Partido Popular (no le dije que tampoco apoyaría en las urnas a partidos como UPyD o Ciudadanos, o que si pudiera depositar la papeleta en mi Canarias natal o en cualquier otra comunidad periférica tampoco respaldaría a partidos nacionalistas). Le iba a añadir que nunca había votado al PP desde mi debú en los colegios electorales en el referéndum sobre la OTAN de marzo de 1986... ¡cuando me di cuenta de que no era cierto! Una vez lo hice y esa es una curiosa historia que me place ahora rememorar.

Corría el año 1986 en Las Palmas y yo tenía 18 años. A un amigo que estaba a mi lado en la calle le dije en voz alta, al pasar frente a nosotros el político conservador José Macías (la intención era que él lo oyese): "¿Sabes a quién NO voy a votar?: ¡a Alianza Popular!". Macías se dio la vuelta y me dijo con gesto serio pero amable: "Está usted en su derecho, joven". El hombre desactivó con estas palabras mi absurdo odio juvenil dirigido a su persona solo por ser de AP (el partido de Manuel Fraga precursor del PP). Hizo sentirme, con toda justicia, avergonzado de esa lamentable acción: fue una lección en toda regla.

Nueve años más tarde, ya en Madrid, pedí una ayuda al Cabildo de Gran Canaria para los estudios de doctorado en la Universidad Complutense. No se me concedió por razones que ya no recuerdo. Lo que no se me ha olvidado es que le mandé una carta (todavía se estilaban los manuscritos enviados por correo postal, aunque el correo electrónico empezaba a abrirse paso) al entonces nuevo presidente del Cabildo, que no era otro que José Macías, en el que le hablaba de la importancia de la educación para una sociedad y le contaba mi situación en la capital (la verdad es que estaba a dos velas). Días más tarde, el mismísimo Macías llamaba a la casa de mi novia en Aluche para hablar conmigo (le había dejado ese teléfono porque era mucho más fácil encontrarme allí que en mi habitación alquilada en Malasaña). El hombre finalmente hizo gestiones para que pudiera conseguir una pequeña ayuda para ese curso de otra partida presupuestaria de la corporación insular. 

Por supuesto, yo no le dije que nueve años atrás le había increpado de manera tan bochornosa. A Macías nunca se le habría pasado por la cabeza esa curiosa conexión. Ni tampoco que un decenio más tarde (en 1996) aquel mismo chico exaltado que pretendía incomodarle pondría una "x" en la casilla con su nombre de la papeleta al Senado. Esa última vez que voté en Canarias decidí darle mi sufragio por ser una persona honrada y llana que justificaba con creces su cargo: no era para nada el típico senador español que llega a la Cámara Alta para ejercer de funcionario y levantar la mano siguiendo las instrucciones del jefe de bancada, sino alguien realmente preocupado por los problemas de la gente y siempre cercano y dispuesto.

José Macías tiene ahora casi 90 años. Ya jubilado desde hace tiempo de sus quehaceres políticos, preside una fundación contra la leucemia en Canarias. Es justo que lo recuerde hoy y me haría ilusión que le llegase este reconocimiento. Porque, por muy tópico que pueda resultar, por encima de las adscripciones partidistas o ideológicas están las personas.

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