sábado, 5 de noviembre de 2016

Los otros tú del Multiverso


Hay en el Multiverso infinidad de individuos que se parecen a ti, que tus familiares, amigos y conocidos de este universo confundirían contigo si se los topasen (cosa imposible, porque no habría conexión posible entre universos más allá de su hipotética superposición cuántica). Pero no te engañes: ¡ellos son otros! Son otros que se te parecen mucho, que comparten contigo tramos de su pasado -por tanto, numerosos recuerdos- y acaso iguales ilusiones, anhelos y temores, no pocos de cuyos sueños están poblados por los mismos moradores que los de los tuyos. Pero insisto: no son tú, porque tú eres único, tú eres el que está ahora mismo leyendo esta entrada en el móvil, tableta u ordenador, no el que en vez de eso está echando un vistazo a la portada digital de El País o el que se decantó por salir a la calle a tomar un café o el que hace veinte años se mudó a Nueva Zelanda y ahora duerme. Por eso solo tienes conciencia de estar en un universo, ya que los otros tú son diferentes individuos con su propia conciencia. La tuya y la de ellos son compartimentos estancos una vez se han separado: no menos que la tuya y la de tu hijo, que la tuya o la de tu vecino.

En el Multiverso hay una línea sinuosa que representa tu historia, que podría ser reproducida infinitas veces y solo se corresponde con un universo: este que te ha tocado a ti, a mí, a tu hijo y a tu vecino, el mismo del que son parte necesaria Parménides, Spinoza, Stalin, las guerras púnicas y la segunda presidencia de Rajoy. Esa línea está escrita desde siempre (estaba cuando el Big Bang y seguirá estando al final de los tiempos), al modo de la sucesión de fotogramas de una película: solo te cabe recorrerla, ignorante de su rumbo y su final. No lo dudes: eres importante, eres parte necesaria del Cosmos (seas bueno o malvado, rico o pobre, feliz o infeliz, listo o tonto, afortunado o desgraciado). Lo que no sabemos es por qué. Quizá por la misma sencilla razón por la que el seis antecede al cinco y precede al siete. ¿Y por qué tu historia es la que es y no otra? Pues por la misma razón por la que la canción Across the Universe de los Beatles empieza con los acordes Re, Si menor y Fa menor sostenido o el cuento Noches blancas de Dostoievski termina con "¡Dios mío! ¡Solo un instante de bienestar! Pero, ¿acaso no es suficiente para toda una vida humana?": de otro modo no serían ni Across the Universe ni Noches blancas sino otra cosa.

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