jueves, 15 de diciembre de 2016

Un Universo comprensible en lo elemental... ¿pero inabarcable por su complejidad?


El físico británico Stephen Wolfram sugiere que pronto podríamos conocer completamente cómo funciona el Universo en su nivel más básico (incluso hasta por qué lo hace de ese modo y no de cualquier otro). Ese día no lejano, la Física habrá descubierto cuáles son todas las partículas elementales y fuerzas que operan en el Cosmos. Wolfram y muchos otros colegas suyos aventuran que las reglas serán seguramente muy sencillas, tanto es así que las leyes básicas del Universo podrían escribirse en una camiseta. Sería la culminación de la llamada Teoría del Todo, que en vano persiguió Einstein al final de su vida y por la que se devanaron los sesos desde Demócrito hasta Stephen Hawking pasando por Leibniz, Newton o Maxwell. ¿Habríamos leído por fin la mente de Dios, como sugería Hawking al final de su Breve historia del tiempo? ¿Se convertiría la ciencia meramente en tecnología, al haber llegado al final de su camino teórico?...

Quizá se cerrara la Física (al menos la de nuestro universo, porque siempre cabe la posibilidad de investigar la dinámica e incluso creación de otros hipotéticos universos), pero esa Teoría del Todo poco puede decirnos de los fenómenos emergentes complejos: ¡el conocimiento de los fundamentos del Universo no nos bastaría para entender la Biología, la Psicología o la Sociología, para prever el tiempo meteorológico, la aparición de una enfermedad o el estallido de una crisis económica o un conflicto bélico! Habría llegado la gran hora de las llamadas ciencias de la complejidad, con la computación como gran herramienta para desentrañar los misterios escondidos en las emergencias: telescopios y microscopios cederían el protagonismo a potentes superordenadores capaces de elaborar complejas simulaciones a partir de unas pocas reglas básicas; o sea, de derivar el comportamiento de sistemas complejos (biológicos, sociales, etc.) a partir de sus sencillos principios subyacentes.

Ya existen centros de investigación dedicados al estudio de la complejidad como el Santa Fe Institute (presidido por David Krakauer en Nuevo México) o el Center for Complex Systems Research (CCSR) en la Universidad de Illinois en Urbana–Champaign (fundado por Stephen Wolfram), dedicados al desarrollo de modelos y técnicas (redes neuronales, autómatas celulares, dinámicas no lineales o caóticas, algoritmos genéticos, etc.) para describir los sistemas complejos y también extraer de ellos principios globales. Se trata de un prometedor campo científico, con una visión holística frente al enfoque analítico convencional de la ciencia: no hay otra manera de abordar con eficacia el fenómeno de la complejidad. Aun así, como sostiene Wolfram en una entrevista con Robert Lawrence Kuhn, puede que las emergencias fijen un límite a la comprensión humana. No deja de ser paradójico y desazonador que lleguemos a conocer por completo las reglas que rigen el Universo pero, dada la existencia de una distancia irreducible entre su comportamiento global y dichas reglas subyacentes, no seamos jamás capaces de entenderlo en su totalidad.

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