martes, 18 de enero de 2011

Miki Mañyga, la revolución en las letras hispanas

“Gracias a todos, ¡anarquía y una puta cerveza bien fría!”, Miki Mañyga, el escritor joven de moda, volvía con paso cansino a su asiento en el salón de actos del Círculo de Bellas Artes, batiendo sus largas melenas rojas a lo rastafari y agarrando de manera desenfadada el preciado premio. El editor del joven talento le dio una palmadita en el hombro al reencontrárselo a su derecha en la primera fila de butacas. Su rostro -el del editor- desbordaba satisfacción. No era para menos: Cagué mierda había superado los 200.000 ejemplares vendidos y ya se preparaba su adaptación a la gran pantalla. Su arriesgada apuesta dos años atrás por ese chaval arrojaba los frutos esperados. El manuscrito de Polla, ópera prima del joven Mañyga, le había impresionado vivamente. El público confirmaría la intuición del avezado editor, convirtiendo a Mañyga en una referencia obligatoria de la joven literatura española. El escritor, con los ojos rojos y el aliento agrio, respondió al gesto de su editor con unas palabras de reconocimiento: “Eres un monstruo, mamoncete. Sígueme tratándome dabuti no sea que un día te canee, tronco”.

Mañyga era una persona políticamente comprometida: eso lo había heredado de su progenitor, un conocido catedrático de Sociología, y a la sazón crítico de arte, que había hecho sus pinitos en el mundo pictórico con una controvertida síntesis de vanguardias bautizada por él mismo como neominimalismo mostrenco hiperfuncional. Abominaba del sistema parlamentario, al que tildaba de “fascismo encubierto y castrante”. Odiaba a los niños pijos. Cuando estaba tumbado en la hamaca, acompañado de un gin-tonic, en casa de sus “viejos” en Somosaguas, no soportaba escuchar cómo los niñatos chapoteaban en las piscinas aledañas. Políticamente se definía como un “anarco-alternativo”. Sexualmente no hacía ascos a algún que otro hombre, entre ellos a su solícito editor, pero sólo por una cuestión de principios: lo contrario hubiera sido “alinearse con la reacción fascista”. Mañyga se proclamaba deudor al mismo tiempo de Malraux, Salinger, Celine, José Ángel Mañas, Ray Loriga y Lucía Etxebarría. Su literatura era objeto de estudio de los más sesudos críticos del momento. Todos resaltaban su fuerza expresiva, su certera aprehensión del carácter juvenil de la época. La expresividad no andaba reñida con el lirismo: “Te rompo el cacas a la luz de la luna, jodida perra, todo es oscuro en este puto orbe azul en medio del jodido universo”, podía leerse en uno de los pasajes más celebrados de Polla.

En el ágape del Círculo, tras la concesión del premio y los discursos de rigor de jurados y ganador, Mañyga aprovechó para departir con egregios representantes de las artes, las letras y la política. “Molas un montón, campeón”, le decía el dinámico concejal del grupo de la Izquierda Progresista en el ayuntamiento capitalino dándole una nueva palmadita en el hombro: “¿Te hace una rayita?”. “Va, tronco, vamos...”, Mañyga abrazó al concejal camino de los baños. “Con tanto carcamal alrededor apetece una movida de éstas, ¿verdad, Miki?”. “Que si mola, me dirás tú a mí, tío...”, Mañiga sonreía con gesto beodo, algo encorvado al andar. “Jo, tronco, está movidito el tema aquí, ni el Bukowski se hubiera imaginado esto...”. Mañyga y el dinámico concejal asistían atónitos a la contemplación, en el retrete elegido ad hoc, del subdirector general de Promoción de Cultura de la Comunidad, reputado centrista, solazándose oralmente con la entrepierna del concejal conservador de festejos de un municipio de la serranía madrileña. “¿Mola nieve, tronquis?”, sacó la lengua Mañyga a los perplejos gestores, miembros ambos del mismo partido pero adscritos a diferentes sensibilidades políticas. Entonces se produjo el hecho que supondría el definitivo catapultamiento de Mañyga y le abriría años más tarde de par en par las puertas de la Academia. A la súbita apertura de la puerta del baño siguió el deslumbrante fogonazo de un flash...

Tanto el subdirector como el edil serrano se vieron obligados, en medio de un gran escándalo, a presentar su dimisión. Sus respectivos matrimonios quedaron anulados por el Tribunal de la Rota atendiendo a “vicios de forma”. El dinámico concejal del grupo de la Izquierda Progresista corrió mejor suerte, al recibir de sus compañeros y compañeras el puesto de responsable/bla del Área de Incitación al Porrito Chachi y las Relaciones Sexuales Prematrimoniales de los/las Jóvenes/as de esa formación política. Mañyga sería el gran beneficiado del revuelo levantado por la comprometedora foto: en apenas tres semanas escribió Jode o revienta hijoputa, batiendo a continuación todos los récords de ventas en el mercado editorial español. El éxito literario devino en verdadero fenómeno social, con Mañyga copando todas las televisiones y alertando constantemente contra el fascismo encubierto, Papá Noel, la práctica del deporte, la idiocia norteamericana, el antitabaquismo y la literatura comercial.

3 comentarios:

Agus Alonso-G. dijo...

¿Y nadie te ha comentado esta houellbecquiana entrada??????'''

Nicolás Fabelo dijo...

Coméntala tú, Agus, porfa...

Rafael-José Díaz dijo...

Es de una genialidad desternillante. Bravo, mi querido Nico. Me has dado envidia: este texto hubiera querido escribirlo yo. Pero te me has adelantado. Jejeje. Lo comparto y difundo, colega (o tronco). Un abrazo.

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