miércoles, 22 de agosto de 2012

Feliz prisionero del espacio y el tiempo

En lo alto de la colina, por debajo de los jirones de nubes y sobre la tierra húmeda, se levantan una casita y un robusto ciruelo. Allí, sobre las frescas sábanas del catre de una habitación luminosa, él quiere saciarse de la carne de su compañera. Para luego, mientras ella dormita con las ventanas abiertas, tomar el camino serpenteante que baja al valle, otear el brumoso horizonte y constatar con gozo la finitud de esta línea, mordiendo una ciruela, feliz prisionero del espacio y el tiempo.

2 comentarios:

Rafael Hidalgo dijo...

¿Se sació en su finitud? Entonces no era Unamuno.

Nicolás Fabelo dijo...

Yo me refería a la finitud del horizonte, no de la propia vida. Gracias por el comentario, Rafa, porque me ha hecho ver que la redacción era confusa.

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