sábado, 22 de septiembre de 2012

La Unión Deportiva Las Palmas y yo (II)


La primera parte de este post triple se cerró en 1992 con la caída de la Unión Deportiva al pozo negro de la Segunda División B. Fue el año de los Juegos Olímpicos de Barcelona, celebrados el mismo verano en que hice prácticas en el diario La Provincia. El descenso no fue tan traumático porque hasta última hora se confiaba en alguna jugada en los despachos que nos salvase el pellejo a costa de algún club con problemas económicos que no pudiese hacer frente a sus deudas. Pero eso no ocurrió, y la temporada 1992/93 debutamos, tras más de cuarenta años de historia, en una categoría que jamás habíamos conocido. El club hubo de convertirse en sociedad anónima deportiva (S.A.D.) para esquivar la desaparición, cuya sombra estuvo rondando hasta la conclusión del plazo establecido (30 de junio de 1992): finalmente se consiguió desembolsar el capital mínimo establecido de más de 600 millones de pesetas.

Artículo publicado en 'Canarias Económica' en junio de 1992

Hicimos una campaña magnífica que nos dejó como campeones de grupo al final de la Liga regular. El ascenso parecía pan comido. Y entonces se torcieron las cosas: la U.D. Salamanca nos ganó en casa el primer partido de la liguilla de ascenso, que tuve la oportunidad de presenciar de nuevo en el Insular (fue mi última visita a este campo). "¡Pártele la pata, Paquito!", gritó a mi lado un vecino y excompañero de colegio, que acababa de terminar la carrera de Derecho, al entonces capitán amarillo: el fútbol volvía a sacar lo peor de la gente. El Hércules también nos ganaría en casa y sería el que ascendiese ese año. Tuvimos que esperar otras tres temporadas, hasta 1996, para regresar a Segunda A, tras ganarle en la liguilla 0-4 al Elche (esa noche seguí el ascenso por RNE desde un hostal de Santander, adonde me había desplazado por un trabajo como encuestador en el tren). Estuve en uno de los partidos anteriores de esa liguilla, el que nos enfrentó en León ante la Cultural: ganamos 0-3. Creo que fue el primer encuentro en que escuché fuera del Insular el clásico de "Africano el que no bote", reservado para nuestra afición y la del Tenerife por el personal más estiloso de los estadios de fútbol ibéricos. Volvería a oírlo en otros campos. Cualquier intento de picarme de esa manera siempre ha pinchado en hueso, jaja...

Entre 1994 y 2000, aprovechando mi residencia en Madrid, tuve ocasión de ver al equipo en diferentes lugares; casi siempre gratis, ya que los directivos del club solían regalar entradas a los canarios a la puerta de los estadios. Recuerdo al ya fallecido presidente Ángel Luis Tadeo preguntándonos con cierta inseguridad: "Este año tenemos equipo para subir, ¿no?". Seguí a los amarillos a Fuenlabrada (aquí me invitó mi primo José María Juliá, de paso por la capital, ya que yo andaba sin un duro), la ciudad deportiva del Real Madrid (contra el Madrid C), San Sebastián de los Reyes (donde vi el partido gratis desde un cerro pegado al estadio), Vallecas (contra el Rayo) y Leganés (un partido infame que acabó 0-0, donde me encontré a mi antiguo compañero de prácticas en La Provincia Pepe Naranjo -enviado especial para hacer la crónica del encuentro- y vimos jugar a un jovencito africano -Samuel Eto'o- al que unos aficionados locales despidieron a la salida del campo con un "Eto, eto, eto, vamos al bareto").

En enero de 2000 nos tocó jugar en la Copa del Rey contra el Atlético de Madrid, lo que dio pie a mi primera visita al Vicente Calderón. "No pasa nada, nos vemos en Segunda", respondía la hinchada amarilla al ya cansino "Africano el que no bote" entonado por los ultras atléticos. El cántico de los canarios no se cumplió exactamente, ya que meses más tarde subimos a Primera y ellos bajaron a Segunda: con quien sí coincidieron los colchoneros fue con el ya difunto Universidad de Las Palmas, que les ganó 2-1 en Gran Canaria desatando la furia de un Jesús Gil que amenazó a sus jugadores con volver a la Península a nado.

Tres años antes (1997), también en Segunda, la Unión Deportiva había llegado a las semifinales de Copa contra el Barcelona. El partido de ida, en el Insular con Ronaldo de azulgrana, lo vimos varios amigos en la fábrica de El Goro (Gran Canaria) donde trabajaba mi amigo Orlando: fue en ese duelo (0-4) donde Ferrer lesionó gravemente a Miguel Ángel Valerón, segando así una carrera casi más prometedora que la de su hermano Juan Carlos.

Y llegó por fin el día del retorno a Primera, en mayo de 2000. Volé a Las Palmas para coincidir con la celebración. Vimos por la tele el partido contra el Elche -¡otra vez los ilicitanos en un ascenso!- en casa de mi amigo Josema, y salimos a un abarrotado Paseo de Mesa y López tras el 4-1 que nos devolvía doce años después a la categoría máxima del balompié español. En los dos años que estuvimos en Primera hubo algunas grandes satisfacciones, como el 0-3 al Athletic en San Mamés y el 4-2 al Real Madrid con dos golazos de Rubén Castro en el Insular (el año anterior nos ganaron los merengues 0-1 y yo seguí el partido con los cascos por RNE, acompañado de mi amigo chileno Andrés Rebolledo... ¡¡desde la casa de Pablo Neruda en Isla Negra!!). Con el nada futbolero Josema, de paso por la capital, fui a ver en noviembre de 2000 un Real Madrid-Las Palmas en el Bernabéu que acabó en paliza: 5-1 (con golazo de Guayre): desde entonces no he vuelto a pisar un campo de fútbol.

Escuchando en RNE un Las Palmas-Real Madrid de abril de 2001 en la casa de Pablo Neruda en Isla Negra (Chile)


El sueño duró poco y de nuevo nos marchamos a Segunda, junto con el Tenerife (y en parte, por culpa de nuestros vecinos, que nos ganaron 0-1 a domicilio en la penúltima jornada), en la única temporada (2001/02) de la historia en que los dos equipos canarios habían coincidido en Primera. Y dos años más tarde, de nuevo a la pesadilla de la Segunda B de la que tanto nos había costado salir: la historia se repetía, desmintiendo su linealidad y el falso mito del progreso. Por si fuera poco, volvía la amenaza de desaparición por problemas económicos, de la que nos salvaría el acogernos en 2004 a la Ley Concursal (fuimos pioneros a este respecto en España).

En esta nueva etapa en la categoría de bronce, la salida fue más rápida: al segundo intento (2006), gracias sobre todo a ese gol postrero de Nauzet Alemán -quizá el gol más celebrado por la afición amarilla en el último lustro- cuando la Real Sociedad B estaba a punto de eliminarnos; en la siguiente eliminatoria, la definitiva, no pasamos demasiados apuros contra el Linares. Desde entonces seguimos intentándolo: intuyo que subiremos esta temporada a la división de honor, en la que llegamos a militar 31 años (¡pero solo 2 de los últimos 24!). Después de cada derrota sigo sin entender por qué me quedo algo fastidiado: quizá el vínculo a un paisanaje (mi familia, amigos y conocidos de allá), unos paisajes, un pasado...

Ver la tercera y última parte

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