lunes, 18 de marzo de 2013

Del yin al yang y flipo porque me toca

Flaco favor hacen al vegetarianismo ético majaderías como la macrobiótica, el crudiveganismo, el frugivorismo y otras disciplinas pseudocientíficas con el inconfundible sello new age. Como tampoco benefician a la agricultura ecológica o a la meditación verse asociados a supuestas "energías positivas", al Feng shui, las flores de Bach, el equilibrado de chakras, las vibraciones de auras y las pollas en vinagre. No son estos buenos compañeros de anaquel o foro porque disuaden a gente inteligente potencialmente interesada en cosas que sí que son muy serias (o sea, el vegetarianismo ético, la agricultura ecológica y la meditación). De esto me di cuenta hace meses, un día que me acerqué a comprar unas hamburguesas vegetales a un herbolario y me encontré con unos folletos glosando las bondades de algunas de estas sandeces. Da muy mala impresión, la misma que te causaría encontrarte en un consultorio médico información sobre tarot o sesiones de reiki a distancia.

Cada uno es libre de comer lo que quiera (y pueda), así como dueño y señor de su ignorancia. Si uno se quiere creer cosas como el poder oxigenante de las plantas ricas en clorofila o la "energía nutricional" supuestamente almacenada en las semillas (algunas de las perlas incluidas en el best-seller Eres lo que comes de Gillian McKeith), pues que le aproveche. Si uno es feliz atiborrándose de antioxidantes (algo que podría ser incluso pernicioso), siguiendo dietas desintoxicantes (para presuntamente librarse de pérfidas toxinas), pensando que el consumo de ácidos grasos omega 3 hace más inteligentes a sus hijos y comiendo alimentos en función de su color, allá él o ella. Es lo que tiene seguir las recomendaciones dietéticas -muchas veces pagadas por empresas con intereses comerciales- de revistas del corazón o magacines televisivos dirigidos a una audiencia marujil. ¡Ya no hablemos de la creencia macrobiótica en la importancia del corte de una verdura para preservar sus propiedades nutritivas!

Para quien esté interesado en destapar esta farsa, nada mejor que la lectura del muy recomendable Mala ciencia de Ben Goldacre.  En un párrafo de este libro se lee: "No existe, en esencia, diferencia alguna entre la industria de los productos vitamínicos y las industrias farmacéutica y biotecnológica (...) Entre sus actores clave se incluyen empresas como Roche y Aventis. BioCare, la empresa de pastillas de vitaminas para la que trabaja el nutricionista mediático Patrick Holford, está participada por Elder Pharmaceuticals". Por si alguno pensaba que iba de alternativo, libre del manejo de las transnacionales, con sus chifladuras nutricionales.

Muchos somos vegetarianos principalmente por razones morales, no porque sea mejor para la salud (que, desde luego, lo es) ni porque ello suponga ser yin, yang, tener mejor aura o evitar que se te ponga el careto de Carlos Floriano. Es una opción ética para no ser corresponsable del sufrimiento de tantas personas (en la acepción amplia, la de Peter Singer, que no se limita a los humanos), incluidos los congéneres que pasan hambre mientras se desvían cosechas al servicio de la industria cárnica. Y nada más.

2 comentarios:

Rafael Hidalgo dijo...

"Y nada más"... ¡y nada menos!

(Yo he leído en alguna parte (que no es la revista "levita con el karma cósmico que tendrás muy buenas vistas") que el vegetarianismo no es conveniente en edades tempranas. No sé si sabrás algo de eso).

Un abrazo.

Nicolás Fabelo dijo...

Mi hijo come de todo, como yo cuando era pequeño. Sería de cretino imponerle una alimentación vegetariana. Cuando él sea mayor, que tome la decisión... (yo no la tomé hasta los 43 años, así que con eso te digo todo). Aunque a veces lo dudo, Rafa, a veces pienso que sí que debería intentar meterle "en vereda" . Cuando bautizamos a los niños o les llevamos a hacer la primera comunión (el mío la hace este año), ya de algún modo les estamos condicionando, ¿no?... ¡Un abrazo, amigo!

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