sábado, 9 de enero de 2016

Lección de Colonia: No todos los inmigrantes son buenos (¿y alguien esperaba que lo fueran?)

La última Nochevieja en Colonia sigue en el candelero: la policía alemana ya ha identificado a algunos de los cientos de salvajes que agredieron sexualmente -se incluyen dos casos de violaciones- a mujeres aprovechándose de las celebraciones callejeras de fin de año en esa ciudad. Aunque se llegó a decir que casi todos los atacantes eran sirios, lo cierto es que más de la mitad de los 31 energúmenos identificados son magrebíes (de Marruecos y Argelia) y solo cuatro proceden de Siria. De ellos, 18 habían solicitado asilo en suelo germano.

Estos sucesos han dado alas a xenófobos y racistas de toda Europa. Empezando por los de la propia Alemania, el país más generoso -junto a Suecia- con los migrantes sirios. El mensaje es: "Ya véis a quienes habéis dejado entrar, a estos musulmanes que quieren destruir desde dentro nuestros propios países". La otra cara de esta derecha y ultraderecha cerril y populista que sostiene que los inmigrantes vienen a robar, violar y ponernos bombas es una izquierda cándida y políticamente correcta que defenestra a cualquiera que ose afirmar, en un ejercicio del más puro sentido común, que entre tantos refugiados tiene que haber necesariamente ovejas negras.

Si ha llegado más de un millón de inmigrantes sirios a Alemania, lo normal (véase una sencilla "campana de Gauss") es que no menos de 20.000 sean psicópatas y no menos de 100.000 se correspondan con tipejos poco recomendables. Esto es lo que hay, lo anormal es que no fuese así: ellos son igual de humanos que nosotros, para bien y para mal. ¿Acaso es un disparate decir que en España hay como mínimo 900.000 psicópatas? ¿O que pululan al menos cinco millones de personas a las que no comprarías un coche usado ni confiarías el cuidado de tu hijo?... Es la condición humana. Por eso es estúpido creer que, por mucha educación y buenas políticas que se apliquen, algún día se erradicará por completo la violencia machista o la delincuencia en general.

Además del factor delincuencial, hay un claro componente cultural en el caso de Colonia. Tengamos en cuenta que buena parte de estos migrantes son hombres jóvenes que vienen de una zona del mundo con una gran represión sexual y en la que las mujeres siguen siendo consideradas seres inferiores, lo cual tiene que ver con una mayor observancia de la religión y la tradición. Es innegable que el mundo árabe y musulmán -aunque también Latinoamérica, la India y el África subsahariana- deja mucho que desear en el trato dispensado a las mujeres. No es menos verdad que Siria era antes de la guerra un país con un cierto desarrollo económico y social en el que las féminas tenían reconocida su igualdad legal, pero con toda seguridad los cuatro agresores sirios identificados en Colonia -recordemos de nuevo que la mayoría de sospechosos son norteafricanos- no formaban parte de la clase acomodada o media urbana en cuyo seno las mujeres podían sentirse relativamente libres sino más bien del lumpen suburbano (al igual que los chiquillajes marroquíes que andaban hasta hace unos años por Lavapiés atacando impunemente a todo el mundo) o del atrasado medio rural, los segmentos sociales más atados a la incultura, la tradición y los clérigos. Si eres un joven que ha mamado desde pequeño misoginia y represión, tienes ahora la suerte de vivir en una sociedad abierta -en la que ha calado la creencia de que los delincuentes son todos víctimas sociales, por lo que hay que ser benevolente con ellos- y eres un canalla (esto último es condición necesaria), no es de extrañar lo ocurrido en Colonia.

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