domingo, 9 de octubre de 2016

Las infinitas formas de ser y percibir

Nos dice Carl Sagan en Los dragones del edén que el número de estados mentales que puede alcanzar el ser humano, suponiendo que el cerebro contiene 10 elevado a 13 sinapsis (conexiones entre neuronas) y que cada sinapsis es un bit de información, es de alrededor de 2 elevado a 10 elevado a 13. Es un número ingente que supera en mucho a la cantidad de partículas elementales existentes en el Universo. Esta es la razón por la que cada individuo humano es distinto (ni siquiera son iguales los hermanos gemelos univitelinos criados juntos, ya que el factor ambiental -las experiencias- ensancha muchísimo la base genética) y por la que la diversidad mental de nuestra especie no se agotaría en toda la historia del Cosmos. Tengamos en cuenta que ese número crecería a medida que lo hiciera el número de sinapsis cerebrales en el futuro, alumbrando así nuevos estados por ahora inaccesibles.

Si incluyéramos en este cálculo de Sagan todos los estados mentales de cualquier ser vivo de la Tierra (pasado, presente y futuro), la cifra sería aún más mareante. Incluyendo la hipotética vida extraterrestre, tendríamos material más que suficiente para rellenar todas las historias de un también hipotético Multiverso: todas las formas de percibir subjetivamente, dentro del espacio-tiempo, el mundo de ahí fuera.

¿A alguien se le ocurre mejor tablero de juego para una presunta Conciencia Universal (llamémosla Sustancia, Brahman, Ser, Dios o como queramos)?: poder ser desde un adenovirus hasta Dolores de Cospedal pasando por un estreptococo, un olivo, el caracol que aplastaste involuntariamente ayer por la mañana, Gengis Khan, Albert Einstein, un rinoceronte blanco o un alienigena. Cada uno de nosotros consistiría en una colección de ese cuasinfinito catálogo de estados mentales, uno de los modos que tendría el Cosmos de percibirse a sí mismo.

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